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Una voz de marca real no es una decoración estética; es la expresión verbal de tu estrategia de negocio.
Solicita a cualquier marca su manual de «voz y tono». En nueve de cada diez casos, recibirás un documento estéril.
El diagnóstico es invariable: «Nuestra voz es profesional, cercana, innovadora y humana».
Esto no es un manifiesto de voz; es una lista de deseos genérica. Es el equivalente verbal de la «música de ascensor». Es un conjunto de adjetivos tan vacíos y universales que carecen de significado operativo. No guían a ningún redactor, no inspiran a ningún estratega y, lo que es peor, no conectan con ninguna tribu.
Una voz definida por adjetivos inocuos es el síntoma de una marca que no ha realizado el trabajo más importante: tomar una postura.
La «voz adjetiva» (cercana, amable) es un error de cálculo estratégico. Nace del miedo a excluir. Es el intento desesperado de agradar a todo el mundo.
Una marca que intenta gustar a todos no genera lealtad en nadie.
Una voz real no se basa en cómo quieres sonar. Se basa en qué crees. No es un adjetivo estético; es una postura ideológica.
Una postura es asertiva. Tiene un punto de vista. Filtra. Una postura entiende que para atraer a tu tribu (como analizamos en El contenido como agente de cohesión), primero debes tener la valentía de repeler a quienes no pertenecen a ella.
Tu «voz de marca» no es el punto de partida. Es la consecuencia inevitable de tu tesis.
No decides sonar «asertivo» o «minimalista». Eres asertivo porque tu tesis (tu diagnóstico) es tan clara que no admite ambigüedad (tal como vimos en el artículo sobre el Silencio Estratégico).
La verdadera voz de marca nace al responder dos preguntas implacables:
Cuando tienes una postura clara, la voz emerge sola. Ya no es una elección de adjetivos («¿sonamos amigables?»), sino una ejecución de la tesis («¿es esto coherente con nuestro manifiesto?»).
La próxima vez que audites tu voz de marca, descarta la lista de adjetivos. Define tu postura.
Una postura genera cohesión. Una postura crea claridad. Una postura es la arquitectura de una voz que no puede ser ignorada, porque no busca ser «amigable»; busca ser inequívoca.
Si tu identidad verbal actual es una lista de términos genéricos, es hora de definir tu postura. La cohesión comienza con un manifiesto.